hubo momentos en los que la vi aterrizar. Decidida a quedarse, con mil argumentos en la maleta. Cada uno de ellos desplegados cuidadosamente , extendidos sobre la mesa, para que pudiéramos admirar la filigrana de su pensamiento . Y vueltos de nuevo a la maleta, cada manga doblada como un tiempo atrás, el envés de la película. La ví aterrizar mientras despegaba y se iba con sus razones debidamente facturadas. Como una de esas pizarras mágicas, donde dibujar y desdibujar es el mismo juego. No quise mirar el reflejo en las ventanas, por si era yo quien no estaba.
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