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Vamos a dibujar un pez quienes nunca lo pescaron, ni lo vieron en paraje alguno, ni lo intuyeron en las aguas. Entonces, movida por un sonido ajeno a la empresa que ya estamos llevando a cabo entiendo que se ha producido una fuga. Yo ya no dibujo. La incredulidad con la que se muestra la página en blanco . En el decurso de los huecos dialogados que nadie ha atendido se esperan flechas de sentido. Y así hasta el fín de los tiempos. No es un drama que el pez haya quedado sin trazar, ni un esbozo, ni un punto que señale cómo o cuándo allí. Lo terrible es no haberlo presentido ni en la transparencia de la pecera vacía.
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