sábado, marzo 22, 2008

cita 54

“Fue mucho después cuando la luciérnaga levantó el vuelo. Desplegó las alas como si le hubiese ocurrido de repente y , un instante más tarde, ya estaba cruzando la barandilla y se sumergía en la envolvente oscuridad. Describió, ágil, un arco en torno al depósito, tal vez intentando recuperar el tiempo perdido y, tras permanecer unos instantes inmóvil observando cómo la línea de luz se extendía en el viento, voló hacia el este.
Aún después de que la luciérnaga hubiera desaparecido, el rastro de su luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la densa oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia esa oscuridad. Pero no pude tocarla. Aquella tenue luz quedaba siempre más allá de las yemas de mis dedos.”

HARUKI MURAKAMI “Sauce ciego, mujer dormida” (la luciérnaga)

4 Comments:

Blogger S.R.-D. said...

"(...)La luciérnaga se postró en el polvo, deslumbrada por la esplendidez de la visión, y esperó el permiso para exponer sus cuitas.
—Madre —dijo, cuando le fue otorgado—, lo que tú haces bien hecho está siempre, y yo no soy sino el último de los gusanos. Es tu clemencia y la generosa bondad con que repartes tus gracias las que me animan a venir junto a ti. Madre, los dones que me hiciste son tan escasos que cualquier criatura, aun la menos galana, puede ufanarse de poseer más.
Calló. La diosa, soberbia, ni aun se dignó mirarle.
—Madre —continuó—, desde que abandoné mi zarzal para venir a implorarte se han secado y vuelto a nacer varias veces las hojas de los árboles, y en todo ese tiempo me he dejado guiar como de un lazarillo por mi buen corazón. He limpiado un aguijón de ponzoña, salvé algunas vidas, preferí al bien propio el contento ajeno, ofrecí mi propio cuerpo al último sacrificio. Amé a todos los seres. Hazme una merced de belleza.
Y la diosa siguió con sus grandes ojos misteriosos fijos en el confín.
—Sin embargo —gimió el vermes—, ¿qué ha hecho mejor que yo la araña? Y tú has enseñado a la araña a tejer sus telas sutilísimas.
La madre Naturaleza habló:
—Son trampas mortales.
—Y pusiste marfil en los cuernos del rinoceronte.
—Porque con ellos abre el vientre de sus víctimas.
—Y diste corpulencia a la ballena.
—Porque en cada una de sus comidas perecen millares de seres.
—También has pintado bellamente la piel del tigre.
—Para disimularlo en el cañaveral cuando aguarda a su presa.
—¡Entonces —exclamó el gusano— tú no eres sino una deidad monstruosa, enamorada del mal, que te nutres del sufrimiento y de la muerte de sus propias criaturas y otorgas más a las feroces! El camino del bien pasa muy lejos de tu pecho insensible.
Y volvió a su zarzal. Y en cuanto hubo llegado e hizo su salida nocturna, vio que brotaba de su cuerpo un resplandor pálido, entre verdoso y azul, que hacía de ella un brillante a la luz o un trocito de estrella. Comprendió que la Naturaleza había querido castigar su osadía, haciendo que hasta en las tinieblas se viese su humilde condición de gusano que la delatase a sus enemigos. Pero aun en lo que da como castigo, pone novedad y hermosura la Naturaleza. Desde entonces, la luciérnaga va condenada a decir:
—Ved qué humilde soy.
¡Pero lo dice tan bellamente…!"

El Bosque Animado, Estancia XII: La lucecita Pálida,
W.F.-F.

(Gracias por tu comentario)

10:59 p. m.  
Blogger Patty Ice said...

muy amable, señor de.

6:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

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3:04 p. m.  
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1:41 a. m.  

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