visiblemente oculto
Visiblemente oculto escribía. El calor, el olor azulado de las horas estivales, la luz en celo con la tarde, las niñas jugando en el suelo de la habitación. Han abierto un cajón, han abierto una caja, han abierto un estuche... Se han reído poniendo caras dentro del espejo, y luego, una de ellas ha maquillado a la otra, primero la sombra en los ojos, el rosado pómulo, el carmín en los labios. …Y las ventanas abiertas en verano, metiendo sus fauces para sacarte. Se escuchó una comparsa que se alimenta de pasos.
Visiblemente oculto escribía. En su escondite jugaban. Ella se pintó la cara como si fuera mayor. Un ruido creciente en la calle la despertó y la trajo de lejos. Bajó corriendo las escaleras, saltándolas de dos en dos como si fuera pequeña. La música le llama y por eso, sin pensarlo, corre a la calle.
Los soldados, la música, la luz, han tomado las calles de París. Han tomado el centro de la calle y sobre él marcan negras y rítmicas sus botas la victoria. Como un río verde al que todos los animales de la orilla quieren seguir.
Corre y salta por la acera, divertida siguiendo la marea humana que camina y se detiene a ver el desfile. Los tambores le llaman y le llaman y le llaman. Ella corre y salta por la acera divertida.
Visiblemente oculto escribía. Todo el movimiento sonoro, toda la luz, todo, ha quedado suspendido en el aire. Nada se mueve, el tiempo contiene su respiración. Este fue el último movimiento: una mano extendida hasta las vísceras le ha cruzado la cara.
Una mano vigía de madriguera le ha cruzado la cara. Y le ha preguntado sin esperar respuesta por su cara de payasa. Y le ha echado sobre las recientes huellas todos los ojos de la calle. Todos los ojos del desfile, todos los ojos de París.
Tan lentamente como la sangre resucitaba su rostro, se veía en él dibujado las sombras olvidadas de los ojos, el pómulo rebasando la carne, los labios abiertos y asombrados al recordar, de un golpe, el juego inocente en su retina.
Olvidado por completo, su cuerpo, en el escondite de las cajas y los juegos, dentro de la casa, antes de salir corriendo. Lo había olvidado. Una mano filial y nocturna que vino a despertarla.
Visiblemente oculto escribía.
Visiblemente oculto escribía. En su escondite jugaban. Ella se pintó la cara como si fuera mayor. Un ruido creciente en la calle la despertó y la trajo de lejos. Bajó corriendo las escaleras, saltándolas de dos en dos como si fuera pequeña. La música le llama y por eso, sin pensarlo, corre a la calle.
Los soldados, la música, la luz, han tomado las calles de París. Han tomado el centro de la calle y sobre él marcan negras y rítmicas sus botas la victoria. Como un río verde al que todos los animales de la orilla quieren seguir.
Corre y salta por la acera, divertida siguiendo la marea humana que camina y se detiene a ver el desfile. Los tambores le llaman y le llaman y le llaman. Ella corre y salta por la acera divertida.
Visiblemente oculto escribía. Todo el movimiento sonoro, toda la luz, todo, ha quedado suspendido en el aire. Nada se mueve, el tiempo contiene su respiración. Este fue el último movimiento: una mano extendida hasta las vísceras le ha cruzado la cara.
Una mano vigía de madriguera le ha cruzado la cara. Y le ha preguntado sin esperar respuesta por su cara de payasa. Y le ha echado sobre las recientes huellas todos los ojos de la calle. Todos los ojos del desfile, todos los ojos de París.
Tan lentamente como la sangre resucitaba su rostro, se veía en él dibujado las sombras olvidadas de los ojos, el pómulo rebasando la carne, los labios abiertos y asombrados al recordar, de un golpe, el juego inocente en su retina.
Olvidado por completo, su cuerpo, en el escondite de las cajas y los juegos, dentro de la casa, antes de salir corriendo. Lo había olvidado. Una mano filial y nocturna que vino a despertarla.
Visiblemente oculto escribía.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home