jueves, enero 31, 2008

el hallazgo

Trato de comprender. Ahora, más que nunca, cuando sé que me servirá de poco cualquier hallazgo. Soy un hombre meticuloso, un oficinista de la vida, un pez normal, y a pesar de estas ultimas horas geriátricas no he perdido ni un ápice de mi rigor. Hace ya cuarenta años encontré una mañana, "como por casualidad" (tantas cosas me evoca el como y la casualidad que me veo como pastorcillo en la última de Eric Rhomer) a la Morena. Estaba de espaldas al mostrador donde se entregan los revelados. (Y si no fuera por que es otro, muy otro, el sendero que he tomado diría, lejos de todo contexto, " donde se entregan los revelados"), de espaldas a la puerta principal, de espaldas a mí.
La Morena era morena y esto basta a veces, para justificar un nombre, para entenderlo. Este podría ser, quizá, el bautismo primigenio del nombre, el más natural, el irrebatible, el por todos consensuado (también por los ciegos que ven de oidas). Pelo largo, moreno, mujer, la morena. Indiscutible. ¿quién osaría preguntar la razón de tal nombre ante ella?

El final cae rendido. Caen los finales de las películas, de las novelas, de los poemas . Estos menos, caen, ...finalicé la lectura de Carver, el suceso aún se mantuvo en pie cuando hube cerrado la última página, dentro había una enconada lucha de microscópicos acontecimientos que se negaban a desplomarse. No se han visto cerrados. No se han entendido cerrados.. A esto responden, a mi temor a no haber comprendido. Miro la estanteria , la férrea protección de las tapas duras de mis libros. La obscenidad de aquellos de bolsillo que el ajetreo ha desnudado, esas hojas escritas sin tapar, abiertas a todos los ojos. Puerta y contrapuerta. En la primera, una imagen y un título, el resumen malogrado de la coherencia. Y después, al cerrar , la contrapuerta, tal vez nada, y en el peor de los casos, sobre este silencio sacrificado , la eterna explicación . Las justificaciones antinatura. La numeración a pie de página suma mis cumpleaños y mis canas.
Aún quedan dos largas horas para mi sesión de pastillas. Esta pasión mía por el orden y la composición racional de todo lo que me rodea me hace disfrutar de el desfile químico que "cada" día se presenta "cada " ocho horas. Organizo lineas por colores y tamaños. Unas, de dos en dos, otras en fila india, colores fríos y cálidos alternados en días pares e impares, complementarios si estoy de bajón, las blancas mate y las más brillantes estrellas antibióticas, las que ruedan por la mesilla de noche y las que se han resignado a terminar sus días en el vientre de la ballena. " Un desfile de banal biblico-química estética arbitraria". Nombre que bien podría resumirse en "La Morena". Que es como finalmente lo llamo, acordándome de aquella tarde de hace cuarenta años en el mostrador de revelados de espaldas a ella. Nadie se atrevería a preguntar la razón de tal nombre. Me lleva su tiempo, colocar sobre la mesita de noche , que también está allí de día (no entiendo cómo no vienen al alba a retirarla para preservarla de la confusión). Me lleva un tiempo que no me sobra. Pero trato de comprender. Mientras mi enfermera enferma con sólo mirarme. Leo la impaciencia en sus ojos y sin mover los labios me llama viejo loco. Y yo sé que lo que más le incomoda es que a la hora precisa y rigurosa le pida a gritos a "la Morena". Al principio me acercaba desconcertada todo lo que de negro y peludo y femenino pudiera encontrar cerca. Al menos en algo me queda el poder demiúrgico de la decisión. Las cápsulas se cuadran ante mi presencia en su hora final, anteceden a la mía, que servilmente alargan. Y en ligero ritual las elevo sobre mi palma, altarcillo campestre, observándolas aún hasta que penetran en mi boca y naufragan, se ahogan , en un sorbo de agua. Soy un verdugo y dios misericordioso, me digo, y le digo a La Morena. Trato de comprender, tan solo, mi último hallazgo.

1 Comments:

Blogger Fernando Nombela said...

"El volumen del árbol se define en negativo: el espacio que lo conforma está contenido alrededor por el calor INMÓVIL, / por una sofocada duración en suspenso, y, para mí, por una lánguida sensación de estar todo al instante pacificado, controlado".

(Charles Kenneth William.
"Reparación". Edición de Jaime Preide. Madrid, Bartleby, 2007).

1:17 p. m.  

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